23 de diciembre de 2007

Y llegó el día de la destitución y ….

Juan trató por todos los medios de impedir la sesión de censura del nuevo regidor de los destinos de su posesión, ganada anteriormente coartando en ocasiones la libertad de sus súbditos. Juan vociferaba y desatendía las peticiones de demora del más viejo de los gobernantes que presidía en aquel día el consejo de investidura. Ayudado de cómplices sabiamente instruidos, la sesión se desarrolló entre el griterío de sus partidarios y el ejemplar comportamiento de aquellos que no deseaban que Juan siguiera rigiendo los destinos de su hacienda.

Y Juan perdió el bastón de mando y éste pasó a manos de uno de aquellos que consideraba sus enemigos. Y Juan salió de palacio dando efusivas muestras de cariño a todos aquellos que le secundaron en sus años de reinado. Y sus partidarios gritaban e insultaban a aquellos que habían destronado legalmente a su señor. Y su señor partió con los suyos entre el desconsuelo y la rabia de no haber podido frenar su destitución. Y Juan se sintió triste por el poder perdido. Y Juan se negaba a entender que todo aquello solo se hubiera provocado por su ineptitud en su forma de gobernar. Y Juan se encerró en si mismo con una sola idea en su cabeza, que llegara el día en que pudiera vengar su vergüenza y deshonor.

21 de diciembre de 2007

Y llegó el día tan inesperado para Juan …..

en el cual esos enemigos, que ahora compartían la mesa donde se debían los dirimir destinos de su territorio, definitivamente le dieron la espalda hartos de promesas incumplidas, del completo olvido de su pueblo, de su prepotencia tantas veces declarada. Y un frío día de Diciembre cumplieron la promesa que tanto habían anunciado a Juan y que éste nunca tomó como real. Ese día Juan, ajeno a todo lo que se le avecinaba, había abandonado el palacio sin dar cuenta adonde se dirigía, sin ni siquiera dejar a alguien al cargo en su ausencia y se fue a ver a sus superiores.

Enterado de los propósitos de aquellos que deseaban usurparle el bastón de mando, Juan montó en cólera y desde su ausencia maldijo a aquellos que, para él, solo buscaban destronarlo por cuestiones personales. Juan de nuevo daba muestras de ser incapaz de ver más allá de su arrogante y soberbia personalidad.

Se acercaba el día en que le usurparían el trono y Juan trataba de buscar ayudas en los gerifaltes de los feudos superiores. Éstos se comprometían a ayudarle en la lucha por no perder la gobernabilidad de su dominio, los unos porque veían peligrar también sus territorios, los otros porque habían comprometido a Juan su palabra; pero tanto unos como otros en el fondo pensaban que lo que ahora le ocurría a nuestro “trepador” se lo había ganado con creces el solo.

15 de julio de 2007

Juan se dirigía ahora a los que compartirían...

junto a él la gobernabilidad de su territorio. Les ofrecía intervenir en los asuntos de estado y dirigir ciertos apartados que antes habían sido coto privado de sus allegados más fieles. ¿Juan compartiendo con sus "enemigos" los destinos de su hacienda? ¿Qué maquinaciones afloraban en la mente de nuestro señor?

Sus enemigos, como así los sentía interiormente, rechazaron las parcelas de poder que ahora su señor les ofrecía y que decía hacerlo con el fin de compartir juntos la dirección de su vasta comarca. Solo los fieles servidores de Juan creían verdaderamente en sus palabras; los otros, aquellos a los que tanto odiaba y que ahora se sentaban a su mesa, tenían bien aprendida la lección de tiempos atrás y no eran capaces de asimilar la bondad y sinceridad que ahora parecían desprenderse de sus palabras.

Juan se sentía apesadumbrado, receloso, irritable, nervioso. Eran momentos en que, ante unos privilegiados súbditos, pretendía ceder parte del poder que su bastón de mando anteriormente le había proporcionado. Verse así, ante su servicial pueblo, era un desagravio que tendría su desquite en cuanto tuviera de nuevo el poder absoluto de su feudo. Estaba dispuesto a esperar pacientemente el tiempo necesario, pero en cuanto llegara la oportunidad, aplastaría con su soberbia a todos aquellos que tanto desasosiego le provocaban.

La venganza por parte de Juan Trepador sería terrible, pero … ¿llegarían los tiempos de venganza?

22 de junio de 2007

Juan volvió a dirigirse a su pueblo....

junto a su juglar oficial y mostró el mismo despotismo y los mismos miedos de antaño. Nada parecía haber cambiado en el modo de gobernar su territorio, seguía dando muestras de esa prepotencia con la que siempre se había dirigido a sus siervos. Por otro lado, volvía a hablar de los nuevos representantes del pueblo que se sentaban ahora a su lado, pero con la misma desconfianza que desde un primer momento sintió hacia ellos, considerándolos más enemigos que colaboradores en la labor de dirigir los destinos de su hacienda.

Definitivamente nada parecía haber cambiado en la mentalidad de Juan Trepador. Seguía fiel a su personal altanería y nada ni nadie le haría cambiar su opinión respecto a aquellos que, según él, habían tratado de sobornar al pueblo con el único fin de arrebatarle su bastón de mando que con tanto orgullo lucía.

Sus súbditos escucharon con atención y esperanza el discurso de su majestad y notaban con angustia y tristeza, que sus palabras seguían llenas de dudas, desconfianzas y temores; en definitiva, no eran palabras capaces de calar en lo más profundo de sus corazones. Querían creer en su monarca, pero todo les sonaba tan repetitivo y engañoso como antaño. Ya solo parecía quedarles una esperanza, que los que ahora compartían los destinos de su posesión, hicieran ver a Juan que seguía equivocado, que nadie estaba en su contra y que lo único que deseaban todos era, que las libertades para enjuiciar a su gobernante existieran y que éste dedicara todos sus esfuerzos con el único propósito de que el progreso reinara por todos lados.

Juan Trepador volvía a equivocarse, volvía a dar la espalda a su pueblo, volvía a su obsesionante visión de percibir en todos y cada uno de sus lacayos un potencial enemigo al que había que eliminar.

18 de junio de 2007

Y áquel que un día fue un....

tirano, por designios de su pueblo, tuvo que ponerse bajo el mando del lacayo más longevo de entre los elegidos y convertirse por unos minutos en un simple cordero. Juan enseñó su otra cara, esa cara que ni la mayoría de los elegidos, ni los siervos que se encontraban en palacio en aquellos momentos siguiendo el protocolo de investidura, eran capaz de adivinar en su señor.

Juan les prometió unión, para juntos, pero no revueltos, lanzarse de nuevo a la aventura de dirigir los designios de su territorio durante otra legislatura. Juan daba la sensación de sentirse aliviado por una parte, pues esa trama que pensaba maquinaban contra él no existió; por otra, ofrecia la más tiernas de sus sonrisas y sus palabras estaban llenas de bondad y buenos deseos.

Su pueblo lo conocía, sabía que tras esa piel de cordero ahora incipiente, se escondía su verdadera personalidad de oso hambriento e insaciable de poder. Juan desconfiaba de los que se sentaban ahora en su mesa de palacio junto a él, como también ellos no creían las palabras que éste dijo al recibir el bastón de mando. En definitiva, todos intuían como respondería Juan ante ellos de nuevo y quizás solo él pensó en aquellos momentos, que de nuevo se había ganado el favor de sus súbditos.

La historia continuaba y ahora la incertidumbre se centraba en saber si definitivamente, Juan Trepador se había convertido en un servidor de su pueblo, como tanto y tanto le gustaba afirmar. ¿Habría sido capaz de asimilar las enseñanzas que sus siervos le habían revelado?

7 de junio de 2007

La desaparición de Juan obedecía....

a oscuros planes, que ya tenía previstos de antemano si el pueblo no le concedía el beneplácito de su gobierno absoluto. Se había desplazado, en los días siguientes a áquel en que le obligaron a poner su bastón en manos de sus siervos, a visitar a sus majestades superiores en busca de un puesto en cualquiera de sus cortes.

Juan ya tenía tramada desde muy atrás su estratagema, si el pueblo, ahora soberano, no le daba credibilidad absoluta para hacer y deshacer a su antojo como en los cuatro años anteriores. No le importaba en absoluto tener que dejar su hacienda en manos de aquellos que consideraba sus enemigos; a cambio recibiría, por parte de los virreyes que gobernaban sobre su territorio, un puesto digno económicamente hablando y abandonaría a su suerte a sus lacayos, que no quisieron confiar totalmente en sus dotes de mando.

Para Juan sus súbditos eran lo de menos, antes estaba su persona y sus intereses. El era el rey y ellos sus siervos, así era y así debía ser la relación entre él y los suyos. Era la forma de gobernarlos que Juan entendió desde el primer momento que recibió de ellos su poder. Poder, que desde luego no estaba dispuesto a compartir con sus enemigos.

Este era Juan, así era Juan y así, solamente así, debía entenderse a Juan Trepador.

2 de junio de 2007

Y Juan Trepador desapareció de palacio tras la noche....

en que venció por pequeño margen a sus oponentes. Nadie comprendía porqué su señor no volvía a su sillón presidencial a disfrutar de su triunfo. También llamó la atención a su pueblo, que hubiera desaparecido el juglar que tanto ayudó a Juan en su maniobra contra sus enemigos en la lucha por el poder máximo en su feudo.

¿Estarían tomándose un merecido descanso? ¿Habrían ido a visitar a sus virreyes a proponerles la nueva forma de gobierno? ¿Maquinarían juntos nuevas estratagemas para la campaña que se avecinaba?

Todo eran preguntas sin respuestas. Entretanto su pueblo gozaba de cierta libertad y disfrutaba recordando aún aquella mirada angustiosa de Juan el día en que su pueblo lo juzgó. Se acercaban tiempos de cambios, o así al menos lo intuía su pueblo. Los partidarios de Juan eran pesimistas al pensar en los tiempos venideros, justo al contrario que los no partidarios de él, que esperaban ese cambio prometido por aquellos dos lacayos, que se habían atrevido, rodeados de sus seguidores, cambiar el curso en la vida política del feudo de nuestro Juan Trepador. La duda acechó a unos y a otros durante la semana siguiente en que por primera vez Juan se sintió atrapado.

31 de mayo de 2007

El día del juicio llegó y Juan se dispuso a ….

enfrentarse a él con toda la ilusión, pero con el temor en su interior. ¿Serían sus súbditos implacables con él? ¿Habría conseguido granjearse su voto con sus palabras, gestos y ofrecimientos?

Ese día Juan se acercó a contemplar el proceso que podría llevarle de nuevo al trono de su feudo. Tenía el rostro desencajado, se le notaba nervioso, se mantenía silencioso y alejado de todos sus siervos. Siervos a quienes interiormente odiaba por tener que ponerse por un día él, el dueño del feudo, al servicio de sus lacayos. No, no llegaba a comprender como podían haberle pedido sus monarcas tal humillación y someterse a los designios de unos desheredados, que durante tanto tiempo estuvieron a su servicio. Pero debía acatarlo a pesar de su incompresión.

Sus incondicionales también se movían nerviosos, iban de un lugar a otro y controlaban el sufragio que decidiría si su señor Juan, volvería o no a "trepar" a su sillón y disponer del bastón de mando de su hacienda. Los minutos pasaban, el escritinio, a medida que se iba recontando, beneficiaba a Juan Trepador. Su cara y las de sus adeptos iban alegrándose; por el contrario, los rostros de los que no querían que de nuevo su señor coartara sus vidas, reflejaban incredulidad, preocupación y cierta dosis de miedo.

La suerte parecía decantarse a favor de Juan. El fiel reflejo de ello, eran las caras apenadas de aquellos dos que habían osado enfrentarse a su señor y las de los que les apoyaron. Trataban de animarse, pero ya todos veían a Juan ganador y lo que más les dolía es que libremente su pueblo, que tanto había criticado su labor, había decidido que Juan les gobernara de nuevo.

Pero he aquí, que el destino quiso ser justo tanto con Juan como con sus oponentes y decidió que aquella viejecita que recibió el beso de Judas y prometió a Juan su apoyo, aquel día despertó con los achaques propios de su edad y decidió que no iría a apoyar a su señor con su voto. ¡Seguro que tiene todos los de mis compañeros y no le hará falta el mio! Además, ¡no me gustó como me besó! pensó para ella y en ese justo momento, la fortuna se alió con sus oponentes.

Juan perdió parte de su poder y quedó en manos de los que deseaban desheredarle. Bajó los brazos, desapareció junto con sus devotos y el júbilo y la algarabía se adueñaron de su pueblo. El pueblo celebraba a pesar de todo la pírrica victoria de Juan y aunque pareciera incomprensible, habían vencido provisionalmente sus súbditos.

Juan pasó una larga noche sin dormir, pensaba en aquella viejecita que ponía en las manos de su pueblo el destino de éste. ¿Eran conscientes verdaderamente sus súbditos de la importancia de esta derrota/victoria? El tiempo como siempre, ese que nos pone y nos quita de los lugares, tendría que juzgar una vez más y poner a Juan en el lugar que le correspondía en la historia de aquel pueblo que por un día había dejado su apatía.

25 de mayo de 2007

Juan Trepador se enfrentaba por fin a su mas....

peligroso rival….. ¡el mismo!. Los reyes y virreyes superiores le obligaron a convocar a sus súbditos para que en la más absoluta intimidad demostrasen su amor u odio a Juan. Éste se mantenía nervioso, se sentía acosado por todos lados, la desconfianza se apoderó de él e incluso temía por traición de sus más allegados.

Pero a pesar de todo y creyéndose aún en posesión de la auténtica verdad, seguía fiel a su modo de pensar, convencido de que todo aquello era fruto de un complot contra él, que en ningún momento entendió se debía únicamente al modo de proceder tan miserable que el había tenido para con sus súbditos.

Su fiel escudero y amado paje permanecía a su lado, soltando en los corrillos de palacio toda clase de improperios hacia aquellos que consideraba los enemigos de su señor. La reverencia hacia su señor era continúa y de su boca brotaban como aguijones palabras hirientes contra aquellos súbditos, que habían osado enfrentarse a su señor en la carrera por el trono del feudo.

Todo estaba a punto de decidirse. El final de Juan Trepador se acercaba. El pueblo por fin tenía la palabra. La palabra de Juan parecía debilitarse. Sus lamentos mostraban cada vez más su odio hacia todos. Juan resistía y luchaba denonadamente. El tiempo se le echaba encima. Su suerte podría ahora traicionarle. Su suerte podría de nuevo aliarse con él.

Todo se resolvería en las dos próximas puestas de sol. ¿Sería por fin el ocaso de Juan Trepador?.

15 de mayo de 2007

El desánimo cundió en Juan Trepador....

cuando, para su sorpresa, vio como aquellos que con tanta astucia había expulsado por ser infieles a su mandato, ahora se unían en una nueva candidatura a su trono y competían con él para ganar el beneplácito de sus súbditos.
¿Cómo habían dejado sus gerifaltes que estos desleales a él se presentaran?
¿Cómo conseguían unirse tras la dura represión que su trovador más fiel había divulgado?

Juan Trepador no salía de su asombro, pero aún así, luchaba desde su humillante táctica tratando de desacreditar a sus oponentes. Conseguir de nuevo la confianza de un pueblo, que hacía mucho tiempo la había perdido para con su señor, era su gran objetivo.

El desaliento también apareció en sus fieles ayudantes y algunos trataron de enfrentarse a su señor, pero éste leal con su modo de persuasión, logró acallar las críticas de sus más allegados y los llevó de nuevo, con su astucia, al redil del que nunca debieron salir.

14 de mayo de 2007

Las noticias para regentar el feudo....

se aceleraban. Juan Trepador recibía mensajeros procedentes de sus soberanos inmediatamente superiores, alertándole de la proximidad de su reelección o la elección de un nuevo candidato para su señorío. Lo más preocupante para Juan era que esa elección partiría justamente del voto de confianza que sus lacayos le dieran o le denegaran democráticamente.

¿Cómo podían ahora decidir unos ignorantes siervos su continuidad al frente de su feudo? Juan no salía de su asombro al tener que poner en manos de serviciales lacayos su futuro reinado de nuevo al frente de ese señorío que, con tanta disciplina y temor por parte de súbditos, había regentado.

Las órdenes de sus superiores jerárquicos eran claras y no tenía más remedio que acatarlas muy a su pesar. Así que dio órdenes rápidamente para que aquellos que no aceptaban su mandato para el nuevo ciclo y que debieran haber apoyado su candidatura, fuera expulsados y les fuera denegada cualquier posibilidad de ser ahora sus enemigos en la lucha por la corona del señorío.

Y Juan Trepador bajo de su trono....

y se acercó a sus súbditos interesándose por sus problemas. Su piel de oso se convirtió en piel de cordero y su pueblo pareció en un primer momento desorientado. ¿Qué le ocurría a su señor? ¿Por qué esa amabilidad con sus súbditos? ¿Por qué esos saludos tan cordiales?

Pero el pueblo, que suele ser más inteligente de lo que piensan muchas veces sus gobernantes, rápidamente se dio cuenta de que lo que Juan Trepador pretendía con su nueva identidad era ganárselo; se acercaba una próxima convocatoria en la que sus monarcas de la corte real citaban a todos los siervos para elegir nuevo soberano del feudo. Juan lo sabía y temía que sus lacayos le diesen la espalda y tuviera que abandonar su señorío que con tanto engaño le habia costado ganar.

2 de mayo de 2007

Juan Trepador celebró una fiesta e invitó a ella….

a los gobernantes de los feudos colindantes y a los siervos de éstos. Comieron, bebieron y bajaron a compartir con sus feudatarios la alegría del momento. Todo era alegría y los estadistas se mezclaron en muchos momentos con su plebe y nada parecía dar a entender quienes eran unos y otros.

Fue un día de unión y alegría para todos y el orador al servicio de su señor, aprovechando la alegría y un poco la desinhibición del momento provocada por el poder del dios Baco; abusó de la ocasión y dejó que el pueblo oyera de viva voz lo que sus gobernantes estaban dispuestos a hacer para no perder sus feudos. Fue un día de triunfos para este declamador.

2 de abril de 2007

Y llegó la primavera y con ella florecieron....

enormes tallos de los que surgieron extrañas flores, que "anunciaban" donde se encontraba la morada de Juan Trepador y otros lugares de especial relevancia de la villa.

¿Habría perdido el juicio su señor?
¿Pensaría que habrían perdido la memoria sus súbditos?
¿Para qué anunciar lo que ya sabían?

Su pueblo no entendía del todo a que venía aquel súbito florecimiento, o ¿tal vez si?. Casi con toda seguridad, aquella floreciente primavera tenía, como en tantas otras ocasiones, un solo motivo: "que su personalidad siguiera brillando otras cuatro primaveras más con el beneplácido de una gran parte de sus siervos".

El tiempo se le estaba acabando y necesitaba que su villa, en esos momentos tan transcendentes, floreciera más que nunca, con el único fin de que visitantes y nativos apoyaran su regencia. Ya llegaría más tarde el tiempo de hibernar, para compensar definitivamente estos tiempos de florecimiento que tanto cansancio le estaban provocando.

Deseaba y necesitaba con avidez retornar a sus relajados aposentos de palacio y recuperar el sueño perdido en esta agitada primavera.

25 de marzo de 2007

Juan Trepador se dedicó a buscar el tesoro....

y comenzó a levantar su villa en la búsqueda de él, sobretodo cuando tuvo la certeza de que por fin no había aparecido en la capital de la corte.

Sus súbditos estaban asombrados ante tanta zanja cavada junto a sus moradas. Ya no sabían si realmente se trataba de la búsqueda de un hipotético tesoro o realmente deseaba su señor hacerles la vida más benigna; con el único fin, eso sí, de seguir un cuatrienio más con el bastón de mando.

Había incertidumbre, la duda acechaba en los corrillos de la noble villa y Juan Trepador se sentía cada vez más apesadumbrado, dudaba de sus lacayos y sentía que su simpatía no era la que antes notaba entre sus súbditos.

¿Estaría llegando la hora de su relevo?
¿Qué había hecho mal?
¿Por qué tenía tantos enemigos? o ¿realmente no se trataba de enemigos?
¡Cuanta duda recorrería su cabeza hasta el desenlace final de la historia!

24 de marzo de 2007

Y el declamador del momento se alineó con....

Juan Trepador y su invectiva fue dura e implacable contra aquellos que estaban en desacuerdo con las tropelías que Juan iba cometiendo.

Este declamador rapsoda, trovador, juglar, trovero y un sinfín de calificativos más; sin ningún tipo de improvisación, sino al contrario, con premeditada ingratitud, se dedicaba a difundir en la plaza central del señorío, con los bártulos de que disponía, todo tipo de agravios hacia aquellos que lícitamente trataban de poner el puesto de su señor democráticamente en poder del pueblo.

La lección estaba bien aprendida y las instrucciones de como y por donde debía atacar a los que se oponían a su absolutismo, hacían de este declamador un ser amenazador contra todos y para todos los que osasen ponerse en contra de su señor.


NOTAS ACLARATORIAS:
DECLAMAR: Hablar con demasiado calor y vehemencia, y particularmente hacer alguna invectiva con aspereza (una de las acepciones de la Real Academia Española de la Lengua).
INVECTIVA: Discurso o escrito acre y violento contra alguien o algo (Real Academia Española de la Lengua).

22 de marzo de 2007

Y el compañero de su subalterna...

bajo la sombra de ella y casi sin darse cuenta el pueblo, se inmiscuía en los asuntos de palacio y tomaba partido en las decisiones internas, decisiones que solo debieran corresponder a su señor (nuestro Juan Trepador) y a su séquito.

Su recato ante los súbditos, no daba la verdadera imagen del poder que realmente atesoraba este, aparentemente servicial, siervo de amplia sonrisa. Desde su poco transitado establecimiento de "carruajes", tomaba nota de todos y cada uno de los siervos, que perteneciendo al feudo de su señor y de su hacendada esposa, podrían poner en peligro el gobierno de aquel vasto territorio que ambos habían heredado.

Y uno de sus vasallos que antes se sintió engañado...

ahora perdonaba a su señor y se sentaba a su diestra. Su señor le perdonaba su rebeldía y le hacía partícipe de los más íntimos secretos acerca de su posesión.

Con ello, Juan Trepador, astutamente lo condenaba a ser cómplice de sus desmanes y a mantenerse disciplinadamente a su lado. Había conseguido con su erudición y tal vez con su soborno, que su servidor más intransigente cayera de nuevo bajo su bastón de mando y la sumisión de éste, para con él, en el futuro próximo e importante para sus intereses, estaba asegurada.