a los gobernantes de los feudos colindantes y a los siervos de éstos. Comieron, bebieron y bajaron a compartir con sus feudatarios la alegría del momento. Todo era alegría y los estadistas se mezclaron en muchos momentos con su plebe y nada parecía dar a entender quienes eran unos y otros.
Fue un día de unión y alegría para todos y el orador al servicio de su señor, aprovechando la alegría y un poco la desinhibición del momento provocada por el poder del dios Baco; abusó de la ocasión y dejó que el pueblo oyera de viva voz lo que sus gobernantes estaban dispuestos a hacer para no perder sus feudos. Fue un día de triunfos para este declamador.