7 de junio de 2007

La desaparición de Juan obedecía....

a oscuros planes, que ya tenía previstos de antemano si el pueblo no le concedía el beneplácito de su gobierno absoluto. Se había desplazado, en los días siguientes a áquel en que le obligaron a poner su bastón en manos de sus siervos, a visitar a sus majestades superiores en busca de un puesto en cualquiera de sus cortes.

Juan ya tenía tramada desde muy atrás su estratagema, si el pueblo, ahora soberano, no le daba credibilidad absoluta para hacer y deshacer a su antojo como en los cuatro años anteriores. No le importaba en absoluto tener que dejar su hacienda en manos de aquellos que consideraba sus enemigos; a cambio recibiría, por parte de los virreyes que gobernaban sobre su territorio, un puesto digno económicamente hablando y abandonaría a su suerte a sus lacayos, que no quisieron confiar totalmente en sus dotes de mando.

Para Juan sus súbditos eran lo de menos, antes estaba su persona y sus intereses. El era el rey y ellos sus siervos, así era y así debía ser la relación entre él y los suyos. Era la forma de gobernarlos que Juan entendió desde el primer momento que recibió de ellos su poder. Poder, que desde luego no estaba dispuesto a compartir con sus enemigos.

Este era Juan, así era Juan y así, solamente así, debía entenderse a Juan Trepador.