junto a su juglar oficial y mostró el mismo despotismo y los mismos miedos de antaño. Nada parecía haber cambiado en el modo de gobernar su territorio, seguía dando muestras de esa prepotencia con la que siempre se había dirigido a sus siervos. Por otro lado, volvía a hablar de los nuevos representantes del pueblo que se sentaban ahora a su lado, pero con la misma desconfianza que desde un primer momento sintió hacia ellos, considerándolos más enemigos que colaboradores en la labor de dirigir los destinos de su hacienda.
Definitivamente nada parecía haber cambiado en la mentalidad de Juan Trepador. Seguía fiel a su personal altanería y nada ni nadie le haría cambiar su opinión respecto a aquellos que, según él, habían tratado de sobornar al pueblo con el único fin de arrebatarle su bastón de mando que con tanto orgullo lucía.
Sus súbditos escucharon con atención y esperanza el discurso de su majestad y notaban con angustia y tristeza, que sus palabras seguían llenas de dudas, desconfianzas y temores; en definitiva, no eran palabras capaces de calar en lo más profundo de sus corazones. Querían creer en su monarca, pero todo les sonaba tan repetitivo y engañoso como antaño. Ya solo parecía quedarles una esperanza, que los que ahora compartían los destinos de su posesión, hicieran ver a Juan que seguía equivocado, que nadie estaba en su contra y que lo único que deseaban todos era, que las libertades para enjuiciar a su gobernante existieran y que éste dedicara todos sus esfuerzos con el único propósito de que el progreso reinara por todos lados.
Juan Trepador volvía a equivocarse, volvía a dar la espalda a su pueblo, volvía a su obsesionante visión de percibir en todos y cada uno de sus lacayos un potencial enemigo al que había que eliminar.
22 de junio de 2007
18 de junio de 2007
Y áquel que un día fue un....
tirano, por designios de su pueblo, tuvo que ponerse bajo el mando del lacayo más longevo de entre los elegidos y convertirse por unos minutos en un simple cordero. Juan enseñó su otra cara, esa cara que ni la mayoría de los elegidos, ni los siervos que se encontraban en palacio en aquellos momentos siguiendo el protocolo de investidura, eran capaz de adivinar en su señor.
Juan les prometió unión, para juntos, pero no revueltos, lanzarse de nuevo a la aventura de dirigir los designios de su territorio durante otra legislatura. Juan daba la sensación de sentirse aliviado por una parte, pues esa trama que pensaba maquinaban contra él no existió; por otra, ofrecia la más tiernas de sus sonrisas y sus palabras estaban llenas de bondad y buenos deseos.
Su pueblo lo conocía, sabía que tras esa piel de cordero ahora incipiente, se escondía su verdadera personalidad de oso hambriento e insaciable de poder. Juan desconfiaba de los que se sentaban ahora en su mesa de palacio junto a él, como también ellos no creían las palabras que éste dijo al recibir el bastón de mando. En definitiva, todos intuían como respondería Juan ante ellos de nuevo y quizás solo él pensó en aquellos momentos, que de nuevo se había ganado el favor de sus súbditos.
La historia continuaba y ahora la incertidumbre se centraba en saber si definitivamente, Juan Trepador se había convertido en un servidor de su pueblo, como tanto y tanto le gustaba afirmar. ¿Habría sido capaz de asimilar las enseñanzas que sus siervos le habían revelado?
Juan les prometió unión, para juntos, pero no revueltos, lanzarse de nuevo a la aventura de dirigir los designios de su territorio durante otra legislatura. Juan daba la sensación de sentirse aliviado por una parte, pues esa trama que pensaba maquinaban contra él no existió; por otra, ofrecia la más tiernas de sus sonrisas y sus palabras estaban llenas de bondad y buenos deseos.
Su pueblo lo conocía, sabía que tras esa piel de cordero ahora incipiente, se escondía su verdadera personalidad de oso hambriento e insaciable de poder. Juan desconfiaba de los que se sentaban ahora en su mesa de palacio junto a él, como también ellos no creían las palabras que éste dijo al recibir el bastón de mando. En definitiva, todos intuían como respondería Juan ante ellos de nuevo y quizás solo él pensó en aquellos momentos, que de nuevo se había ganado el favor de sus súbditos.
La historia continuaba y ahora la incertidumbre se centraba en saber si definitivamente, Juan Trepador se había convertido en un servidor de su pueblo, como tanto y tanto le gustaba afirmar. ¿Habría sido capaz de asimilar las enseñanzas que sus siervos le habían revelado?
7 de junio de 2007
La desaparición de Juan obedecía....
a oscuros planes, que ya tenía previstos de antemano si el pueblo no le concedía el beneplácito de su gobierno absoluto. Se había desplazado, en los días siguientes a áquel en que le obligaron a poner su bastón en manos de sus siervos, a visitar a sus majestades superiores en busca de un puesto en cualquiera de sus cortes.
Juan ya tenía tramada desde muy atrás su estratagema, si el pueblo, ahora soberano, no le daba credibilidad absoluta para hacer y deshacer a su antojo como en los cuatro años anteriores. No le importaba en absoluto tener que dejar su hacienda en manos de aquellos que consideraba sus enemigos; a cambio recibiría, por parte de los virreyes que gobernaban sobre su territorio, un puesto digno económicamente hablando y abandonaría a su suerte a sus lacayos, que no quisieron confiar totalmente en sus dotes de mando.
Para Juan sus súbditos eran lo de menos, antes estaba su persona y sus intereses. El era el rey y ellos sus siervos, así era y así debía ser la relación entre él y los suyos. Era la forma de gobernarlos que Juan entendió desde el primer momento que recibió de ellos su poder. Poder, que desde luego no estaba dispuesto a compartir con sus enemigos.
Este era Juan, así era Juan y así, solamente así, debía entenderse a Juan Trepador.
Juan ya tenía tramada desde muy atrás su estratagema, si el pueblo, ahora soberano, no le daba credibilidad absoluta para hacer y deshacer a su antojo como en los cuatro años anteriores. No le importaba en absoluto tener que dejar su hacienda en manos de aquellos que consideraba sus enemigos; a cambio recibiría, por parte de los virreyes que gobernaban sobre su territorio, un puesto digno económicamente hablando y abandonaría a su suerte a sus lacayos, que no quisieron confiar totalmente en sus dotes de mando.
Para Juan sus súbditos eran lo de menos, antes estaba su persona y sus intereses. El era el rey y ellos sus siervos, así era y así debía ser la relación entre él y los suyos. Era la forma de gobernarlos que Juan entendió desde el primer momento que recibió de ellos su poder. Poder, que desde luego no estaba dispuesto a compartir con sus enemigos.
Este era Juan, así era Juan y así, solamente así, debía entenderse a Juan Trepador.
2 de junio de 2007
Y Juan Trepador desapareció de palacio tras la noche....
en que venció por pequeño margen a sus oponentes. Nadie comprendía porqué su señor no volvía a su sillón presidencial a disfrutar de su triunfo. También llamó la atención a su pueblo, que hubiera desaparecido el juglar que tanto ayudó a Juan en su maniobra contra sus enemigos en la lucha por el poder máximo en su feudo.
¿Estarían tomándose un merecido descanso? ¿Habrían ido a visitar a sus virreyes a proponerles la nueva forma de gobierno? ¿Maquinarían juntos nuevas estratagemas para la campaña que se avecinaba?
Todo eran preguntas sin respuestas. Entretanto su pueblo gozaba de cierta libertad y disfrutaba recordando aún aquella mirada angustiosa de Juan el día en que su pueblo lo juzgó. Se acercaban tiempos de cambios, o así al menos lo intuía su pueblo. Los partidarios de Juan eran pesimistas al pensar en los tiempos venideros, justo al contrario que los no partidarios de él, que esperaban ese cambio prometido por aquellos dos lacayos, que se habían atrevido, rodeados de sus seguidores, cambiar el curso en la vida política del feudo de nuestro Juan Trepador. La duda acechó a unos y a otros durante la semana siguiente en que por primera vez Juan se sintió atrapado.
¿Estarían tomándose un merecido descanso? ¿Habrían ido a visitar a sus virreyes a proponerles la nueva forma de gobierno? ¿Maquinarían juntos nuevas estratagemas para la campaña que se avecinaba?
Todo eran preguntas sin respuestas. Entretanto su pueblo gozaba de cierta libertad y disfrutaba recordando aún aquella mirada angustiosa de Juan el día en que su pueblo lo juzgó. Se acercaban tiempos de cambios, o así al menos lo intuía su pueblo. Los partidarios de Juan eran pesimistas al pensar en los tiempos venideros, justo al contrario que los no partidarios de él, que esperaban ese cambio prometido por aquellos dos lacayos, que se habían atrevido, rodeados de sus seguidores, cambiar el curso en la vida política del feudo de nuestro Juan Trepador. La duda acechó a unos y a otros durante la semana siguiente en que por primera vez Juan se sintió atrapado.
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