9 de enero de 2006

Érase una vez un pueblo...

que quería tener su propia identidad, ser él mismo, pero sus habitantes no se atrevían a dar ese gran paso del compromiso. Todos ponían disculpas para comprometerse con él y con sus conciudadanos y los comprometidos eran juzgados una y otra vez, unas veces por envidias, otras por rencillas y las más por cotilleo.

Este pueblo quería ser grande, quería dejarse oir ante los demás, pero sus habitantes caían una y otra vez en la desidia y la apatía prevalecía. Pero apareció un luchador, un hombre capaz de luchar contra viento y marea por él y que estaba dispuesto a llegar al final de su aventura para ser reconocido como el gran salvador.

Fue éste, Juan Trepador, el salvador del pueblo que estaba a punto de fallecer ante su apatía.