y quiso ayudar a su pueblo de la mejor de las maneras ¡siendo su gobernador!.
Juan, timorato, sin don de gentes, se fue acercando a unos y otros poco a poco, tratando de ganarse su amistad. Al cabo del tiempo lo logró y convenció a algunos convecinos de que aquella aventura tenía que prosperar, porque él era el elegido, el salvador del pueblo.
Así comenzó su periplo como máximo mandatario de aquel pueblo apático.