También se rodeó de averiguadores, inquisidores, investigadores y otros sinónimos, que hoy conocemos cotidianamente como "pelotas"; para que le fueran contando a cada momento lo que se respiraba en el ambiente "pueblerino" acerca de su persona y sus quehaceres de administrador único de la hacienda municipal.
Éstos fieles a su gobernante, se expandieron por todos los lugares estratégicos de su feudo y comunicaron a cada momento a su majestad cualquier habladuría, chisme, murmullo o cotilleo hacia su personal visión en la forma de administrar su heredad y gobernar a sus lacayos.
El pueblo iba constrastando y verificando quiénes eran éstos inspectores al servicio personal del soberano, con la idea tal vez de deshonrarlos cuando éste fuera destronado en un futuro cercano si eso llegaba a ocurrir.